"¿Alguna vez te has descubierto buscando en el refrigerador, la alacena, el supermercado, queriendo algo pero sin encontrar nada que quieras comer? ¿Buscando algo que comer, sin siquiera tener hambre? Para este boletín, quiero compartirte el último blog de una de mis maestras, Char Wilkins, que habla justo de esto. Para mí ha detonado un gran número de reflexiones útiles, espero que para ti también. Si quieres consultar la publicación original en inglés, da clic aquí.
Cegada por la luz
El otro día llegué a la casa, me dirigí derechito al refri y jalé la puerta. Estaba súper iluminado ahí dentro. Todo brillaba y yo tuve que entrecerrar los ojos.
Cerré la puerta.
Tiré de la puerta nuevamente.
Necesitaba comer algo.
Recorrí con la mirada los anaqueles de vidrio esperando que lo que fuera que yo quisiera comer se mostrara. De verdad necesitaba algo más que el aire frío y las brillantes luces pero nada en los anaqueles era lo que buscaba, si sabes lo que quiero decir. Necesitaba algo justo ahora. ¿Por qué no podía ver qué era? Había sido uno de esos días en los que todos habían necesitado algo de mí todo el día: mi atención, mi firma, mi decisión, mi tiempo. Cerré la puerta de acero inoxidable un poco demasiado fuerte, mi mano sosteniendo la manija como si fuera un salvavidas.
Estaba a punto de tirar de la puerta de nuevo cuando me di cuenta de que me sentía enojada: necesitaba comer algo pero nada se me antojaba, nada se veía bien, nada parecía como que fuera a cumplir con el objetivo. No sabía qué quería comer.
¿Alguna vez te has descubierto mirando fijamente al refrigerador, la alacena, el anaquel de la tienda de la gasolinera o caminando una y otra vez por los pasillos del supermercado, queriendo algo pero sin encontrar nada que quieras comer? Abriendo y cerrando la puerta del refri. Azotando las puertas de la alacena. De pie en un pasillo viendo la bolsa de papas que tomaste y luego regresaste al anaquel. Buscando algo que comer, sin siquiera tener hambre.
¿De verdad, nunca has hecho ninguna de éstas? Anda, ¡todo el mundo lo ha hecho! Estamos cansados, enojadas, tristes, aburridas, asustados o avergonzadas y recurrimos a la comida para aliviar, reconfortar, adormecer, recompensar, castigar o distraer. Tu mal uso de la comida no es tan único, porque eres humano y es un hábito de la mente.
Mi colega, Jan Chozen Bays recientemente facilitó su curso en línea de alimentación con atención plena de 6 semanas a través de Shambhala Press. Al responder a una persona que escribió que se paraba frente al refri hasta que sus ojos espiaban un bocadito sabroso y su boca estaba de acuerdo, Jan escribió: “La otra cosa que me descubro haciendo y que me hace reír es hurgar en toda la alacena y puertas de la cocina y descubrir que no hay nada que me quiera comer. Ésa es siempre mi pista de que lo que estoy sintiendo no se trata de hambre corporal – sino algo más. Entonces verifico - ¿hay alguien que esté de hecho hambriento ahí dentro?”
¿Puedes “cacharte” buscando en todos los lugares equivocados y ponerte curioso(a), no crítico(a)? ¿Puedes verdaderamente interesarte en qué está pasando contigo? ¿De cuál de las 9 hambres se trata (ojos, nariz, oídos, boca, estómago, células, mente, corazón, contacto)? Si descubres que en realidad se trata de Hambre del Corazón, ¿cómo puedes nutrir tu corazón?
Que estés bien, feliz y en paz.
Un paso a la vez, una respiración a la vez, un bocado a la vez. "
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